¿Desde dónde liderar? Hoy en día es una pregunta más relevante que nunca.
En nuestra experiencia como consultores, observamos que hoy en día la “cultura de lo Desechable” se impone a nivel global, modelando las relaciones con los objetos, entre las personas y al interior del mundo de las organizaciones.
Este modelo impone como intereses centrales la satisfacción inmediata, la validación de las personas mediante el consumo y el poder adquisitivo, además, enaltece a la tecnología por su aporte en la resolución de problemas de manera casi automática.
Es la llamada, “cultura de lo Desechable”.
La paradoja de este modelo es que a mayores grados de interconectividad (sociedad, empresas y personas) y pese a la alta capacidad de la tecnología para resolver problemas, estamos y nos sentimos más solos que nunca.
El entorno afectivo se ha diluido, primando lo transaccional, lo desechable o descartable y se imponen las relaciones utilitarias desde lo transaccional.
¿Cómo reconocer la “cultura de lo Desechable” en las organizaciones?
Acá, algunas conclusiones que hemos captado al interior de las organizaciones donde la “cultura de lo Desechable” está muy arraigada.
Personas
- Los colaboradores experimentaron que “no son vistos ni escuchados por sus líderes”, ya que ellos están más preocupados de los resultados que de las personas.
- Se sienten fácilmente reemplazables y temen perder su fuente laboral. Tienen pánico a equivocarse y los indicadores o KPI´s también los tensionan aún más.
- Viven su trabajo con una fuerte sensación de no pertenencia. Algunos de los síntomas consisten en ser indiferentes, estar apagados o silenciados y sentirse descuidados por parte de la organización a la que pertenecen.
- Estas situaciones antes descritas generan insatisfacción, un sin sentido general.
- Por último, estas experiencias impactan sobre las personas en una falta de compromiso con la organización y con los equipos a los cuales pertenecen.
Equipos
- Los equipos trabajan en silos, es decir, cada uno desconectado del otro. Sin saber qué hace el otro, sin conocer ni confiar en el “vecino”.
- No tengo una visión clara sobre cuál es su fin, para qué existe y qué es lo que están construyendo juntos.
- No hay un sentido de hacerse cargo y asumir responsabilidad.
- Existe fricción tanto entre los miembros del equipo como en la interacción con otras personas, presentando las competencias necesarias con otros equipos.
- Carecen de la capacidad de generar conversaciones y de conversar a tiempo las inquietudes que los aquejan.
- El rumor ocupa el espacio de la conversación directa, honesta y oportuna.
- Vemos equipos que se sienten sin voz, sin pertenencia y faltos de sentido.
Impacto
- Se observa un desalineamiento general al interior de las organizaciones.
- Surgen incoherencias entre lo que se dice y lo que finalmente se hace.
- Existen quiebres en la reacción ocasional, incapacidad para corregir sobre la marcha para producir los resultados esperados y una mala ejecución de la estrategia.
- Incluso, cuando consigan lo que se proponen y alcancen los resultados, la sensación interna de satisfacción por los logros no aparece.
- Prima un sentido global de insatisfacción y el estado de ánimo que lo caracteriza es la resignación.
- La frase con la que podemos reconocer a estas organizaciones es la siguiente: “así son las cosas aquí” es lo habitual que genera una inmovilidad colectiva.
- Esta realidad genera una actitud mental negativa, que no es otra cosa que la manifestación viva de la ineficacia de poder hacer los cambios necesarios.
- El paradigma que sostiene esta realidad se puede parafrasear de la siguiente manera: “Si queremos tener éxito en el mundo de los negocios, tenemos que convertir a las personas en máquinas de producción que podemos controlar”
Hoy, todos somos desechables
En resumen, los espacios organizacionales que creamos -donde priman las relaciones transaccionales típicas de las culturas desechables- no son espacios humanos que generen satisfacción, produzcan el valor esperado y den un mayor sentido de trascendencia a las personas.
Lo descartable también describe fielmente nuestras formas de relacionarnos con quienes nos rodean.
En nuestra experiencia de vida, cada vez más nos encontramos con relaciones del tipo transaccional: Estoy aquí porque obtengo algún beneficio de ti o de este lugar, en el momento en que ya no seas de mi interés me desconecto, te elimino, sin ninguna conversación previa, sin ningún cuidado por el otro, por mí mismo, ni por la relación.
Esto sucede, porque no hay un vínculo sostenido en un compromiso genuino, reflexión aplicable tanto a las organizaciones antes descritas como también en las relaciones humanas.
Nos unía solo lo transaccional, lo utilitario, el beneficio individual. En una relación así, todos somos desechables, el compromiso conjunto no puede emerger y, por ende, no existe un futuro compartido.
No hay nada más que nos una.
Liderazgo desde lo humano
Si queremos generar compromiso real, generar satisfacción más allá de lo material, necesitamos cambiar nuestra mirada y poner al ser humano al centro de todas nuestras interacciones. No somos desechables.
Tenemos que entender que el liderazgo no es un campo técnico-frío de trabajo centrado en números y en la mejora de los procesos.
El liderazgo desde nuestra perspectiva implica que los colaboradores, equipos y organizaciones se sientan vistos, valorados, escuchados e integrados hacia un propósito común que les haga sentido.
Es decir, para iniciar este movimiento hacia una organización donde prime el compromiso real, el líder necesita reconectarse primero consigo mismo, para luego poder hacerlo con los demás. Quizás lo que más anhelan los colaboradores es tener líderes que se conectan con ellos de persona a persona.
Si estas interesado en un camino de liderazgo que reconecta la experiencia humana con el mundo de la acción y los resultados en el trabajo, te recomendamos conversar, explorar posibilidades para ti y tu organización.
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